
El finde pasado vi “Her”, una peli donde la los Sistemas Operativos están tan desarrollados que las personas llegan a enamorarse de ellos.
(Este mail incluye spoilers y una lección de marketing muy útil en los tiempos que corren)
De hecho, esto es lo que le pasa al protagonista (interpretado por Joaquin Phoenix). Después de salir de un matrimonio tradicional (con una mujer, quiero decir), decide probar esto de los Sistemas Operativos.
Al principio, le ayuda con las cosas que los Sistemas Operativos hacen: ordenar emails, hacer recordatorios de reuniones y cosas así.
Pero conforme va avanzando la película, la relación se vuelve más intensa. Samantha (nombre del Sistema Operativo) aprende rápido, da buenas conversaciones (en serio, muy buenas) y sin saber cómo va desarrollando sentimientos.
Empiezan a llamarse novios. Empiezan a tener sexo. Empiezan a sentir celos.
Y a todo esto… Samantha ni siquiera tiene un cuerpo físico. Ni siquiera una foto o un holograma. Nada más allá de una voz escuchada a través de un auricular.
Los diálogos y la dramatización están tan bien hechas, que por momentos entiendes que el protagonista se enamore de Samantha, a pesar de que no exista.
Samantha solo hace una cosa. Lo hace muy bien, extremadamente bien. Tan bien que consigue que un hombre se enamore no ya de una máquina, sino de una voz. Un hombre que había estado casado y que sabe lo que es el amor.
¿Qué cosa es esta?
Las palabras. Las necesarias en el momento preciso.
Las palabras llevan al protagonista de su estado inicial (este es un asistente virtual) a su estado final (amor).
Ahora piensa en tu negocio turístico. El estado inicial de tu cliente no es de amor. Pocas veces pasará que alguien entre en tu web “porque ya le gustas” y solo quiera comprar.
No.
A los potenciales clientes hay que hablarles, convencerles, enamorarles poco a poco. Aprender de ellos (al igual que hace Samantha) y utilizar las palabras para hacerlo.
Esto no es fácil. Ni rápido. Ni barato.
Pero funciona. En el cine y en el mundo online.
Copywriting para que cualquiera (humano o máquina) se enamore de tu producto
Un abrazo
Ricardo
PD: He evitado contar el final de la película para que puedas verla y valorar por ti mismo. A mí, más allá de la lección marketiniana, me gustó y mucho.