
Te pongo en situación.
Sábado, 22:40 de la noche en Barcelona, frente al teatro Barts.
En 5 minutos empieza la actuación de Ignatius Ferray (uno de mis cómicos favoritos de la vida).
Yo había reservado mi entrada por email y tenía que pagar en taquilla.
Alguien me lo confirmó. Ese alguien tenía que apuntarlo en un post-it y guardar la entrada para el sábado
Asiento 9, fila 11.
Pero eso no pasó, nadie guardó el asiento 9 de la fila 11 para mí, se llenó el aforo y yo me volví caminando a mi casa sin ver a Ignatius.
Decepción.
Cabreo.
Muy mala ostia.
Llegué a casa, me puse a leer (ando con Seth Godin y su vaca púrpura), pero no me concentraba. Así que hice una de las pocas cosas que se me dan bien hacer.
¿Una paella? ¿Una mesa con palets?
No. Escribir un email.
Hoy me han llamado del teatro. Habían leído el email, entendían mi enfado, reconocían su error y me agradecían haberlo dicho así, de esas formas.
Y me han dado una invitación para diciembre, que Ignatius vuelve.
Si ese email hubiera sido puro odio, adiós invitación.
Si ese email hubiera ido a hacer daño, adiós invitación
Si ese email nunca hubiera existido, adiós invitación.
Gracias a escribirlo tengo una invitación, una disculpa (aceptada) y un cabreo solucionado.
Para que veas que esto del email marketing, compensa
Un abrazo
Ricardo